Los trastornos de la retina se pueden manifestar de forma diferente según las estructuras afectadas, y la localización de las lesiones con respecto a la mácula. Pueden ser asintomáticos o producir alteración de la visión, de gravedad variable según las situaciones.
Las alteraciones de la retina pueden tener causas diferentes: genéticas, asociadas al envejecimiento, traumáticas, infecciosas, inflamatorias o tóxicas, entre otras. Algunos fármacos provocan lesiones tisulares (como necrosis) o alteraciones vasculares (como trombosis). Otros perturban el funcionamiento de los fotoreceptores o se fijan sobre los componentes de la retina.
Entre los fármacos implicados, algunos son de administración por vía ocular a causa de los mismos fármacos o por el modo de administración (por ejemplo la inyección intravítrea). Los inhibidores del factor de crecimiento endolelial vascular (anti-VEGF) como ranibizumab o bevacizumab en inyección intravítrea, el implante intravítreo de dexametasona o la triamcinolona intravítres, los colirios que causan miosis (acetilcolina, pilocarpina), la cefuroxima intraocular, o los antiglaucoma análogos de la prostaglandina F2-alfa (latanoprost, bimatoprost), son algunos ejemplos.
Numerosos fármacos de administración por vía general pueden causar trastornos retinianos. Antirreumáticos (cloroquina, hidroxicloroquina, etanercept), interferón alfa, fluoroquinolonas, antiparasitarios (quinina, dapsona), antiepilépticos (vigabatrina), fenotiacinas, sildenafilo, ivabradina, nifedipina, antiagregantes plaquetarios, glitazonas, corticoides, antineoplásicos inhibidores de proteina cinasas, natalizumab, antiestrógenos (tamoxifeno, toremifeno) e inhibidores de la aromatasa, entre otros, pueden producir alteraciones retinianas diversas.